OBITUARIOS GUATEMALA: El pincel rebelde

El pincel rebelde


Sus pinturas jamás podrán desvincularse del pueblo porque siempre se consideró parte de él. La combinación de sus ideas, paleta y brochas fueron la causa de sus habituales visitas a prisión.José Estanislao López Maldonado partió con el atardecer el 4 de agosto después de sufrir una complicación pulmonar en una sala del hospital del Servicio Social de la zona 6. Tenía 77 años. Y una vida intensa, marcada por el tiempo en que le tocó nacer: el 13 de noviembre de 1930. Sus padre, José Máximo López, murió solo tres años después. Así que fue su madre, Aurora Maldonado, quien debió sacar adelante a la familia. A sus 8 años, mientras su madre administraba un molino, José tuvo el primer contacto con los colores que le dieron brillo y presentación a los zapatos que lustraba para conseguir el sustento diario. La madrugada del 20 octubre de 1944 varios camiones con parlantes se acercaron a la zona 3, llamando al pueblo a las calles. El germen de revolución latente en José, lo empujó a subirse a un camión donde lo esperaba un fusil de un solo tiro, cuando los vehículos llegaron hasta el entonces Castillo de San José, el ruido y algarabía del pueblo provocó que los soldados huyeran en ropa interior hasta un barranco donde ahora está el puente del Incienso.Entre 1951 y 1954 la Escuela de Artes Plásticas contribuyó con el desarrollo de su talento bajo la tutela de figuras artísticas como el pintor Roberto Ossaye y el escultor Rodolfo Galeotti. Fue presidente de la Asociación de estudiantes y maestros de bellas artes APEBA en 1951, donde coincidió con Miguel Ángel Asturias, a quien consideró un ser introvertido y brillante. En la zona 3 conoció a Lucía Castellanos, su musa y apoyo en poco más de 50 años. Procrearon 8 hijos. Sus obras fueron la proyección de un creador de hondo sentido crítico y social que interpretaba los problemas del pueblo indígena y de la clase obrera. Esa filosofía afectó su entorno familiar ya que más de una docena de veces rompieron las puertas de su casa para capturarlo por expresar sus ideales en el arte en una época represiva.En 1963 José se dedicó al dibujo y la serigrafía. Habían pasado muchos meses desde su última visita a prisión, pero una tarde-noche mientras caminaba por la 12 avenida cerca del entonces cine Colón, judiciales armados lo golpearon y apresaron. Horas antes, desconocidos habían estado en su casa y con engaños dejaron una caja con un mimeógrafo y propaganda subversiva. El pincel rebelde fue condenado a un año de prisión durante el gobierno de Ydígoras Fuentes como medida de seguridad de Estado. Su envidiable habilidad con la témpera, el óleo, el dibujo, el grabado y el crayón engalanaron las salas de los más importantes centros culturales nacionales y de varios países del globo. Trece escalones de metal conducen a una puerta asegurada con un cincho de mujer que actúa como candado para conservar una habitación tapizada de las pocas obras que conserva la familia. El resto de su espíritu pictórico forma parte de colecciones privadas diseminadas por México, Panamá, Ecuador, Uruguay, República Checa, Italia, Australia, Francia y en las ciudades estadounidenses de Nueva York, Washington y Los Ángeles. Dejó su huella con el grafito como dibujante en el Diario de Centro América y en ilustraciones de varias editoriales. Destaca su labor en el taller de imprenta y serigrafía del Inguat y en los talleres de offset y serigrafía de la municipalidad capitalina donde trabajó hasta jubilarse; diseñó varios emblemas de la comuna y colaboró con la Asociación de jubilados. Preocupado por el desarrollo cultural, creó junto con compañeros de trabajo la Biblioteca y Museo municipales. También fungió como secretario de actas del desaparecido Frente Unido de la Revolución FUR donde hizo fuertes lazos de amistad con Manuel Colom Argueta. Disciplinó a sus familiares más pequeños al trueque de abrazos por las golosinas de los domingos, en una ocasión le compró unos diminutos soldados a uno de sus nietos, José les tijereó las armas, pintó grupos de soldados en varios colores y les dibujó una cancha de fútbol. José tenía debilidad hacia las mujeres y aunque intentó guardar el secreto, el 15 de febrero del 2006, un periódico de nota roja publicó una fotografía suya que revelaba una relación fuera del hogar. Esta situación lo alejó de su familia. Lucía Castellanos falleció el 10 de enero del 2007, José no estuvo en el funeral. Pero curiosamente él fue velado en el mismo lugar y le acompaña en el lote familiar de un cementerio privado. El lunes pasado a las 17:20, las enfermeras de la sala de medicina de hombres cambiaron de ritmo laboral. María Elena Venegas, quien fue su pareja durante los últimos tres años, asistió a la visita de las 18:00 como lo hizo toda la semana, y solo encontró una cama tendida. José ya andaba retocando las nubes grises de agosto con un color más claro para que ya no llueva tanto y que se seque el sufrimiento de su país. En vida nunca dejó de pintar, quedó inconclusa una obra que intentaba exponer la codicia y ambición humana.

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